Al filo de la novela negra
Escrito en A propósito de MajoranaElena Hevia. El Periódico.
El crimen, el mal, el misterio, la violencia, la investigación, son ingredientes esenciales de la novela negra, una etiqueta de difícil concreción en la que tienen cabida tanto el enigma policiaco como el relato criminal puro y duro al estilo americano, y que en este siglo XXI parece impregnar buena parte de la literatura que se está escribiendo.
Posiblemente se han acabado los días en los que la -digamos- ‘alta’ literatura renegaba del género, aunque algún insigne -léase Borges- lo apreciase efusivamente. Hoy muchos escritores refinadamente literarios no tienen el menor reparo en reconocer deudas e incluso en cultivarlo. El mejor ejemplo de esta tendencia sería John Banville, uno de los grandes estilistas de la lengua inglesa, que firma sus libros serios con su nombre mientras se esconde bajo el seudónimo de Benjamin Black para sus ficciones criminales. Eso le permite ser dos escritores muy distintos al mismo tiempo facilitando la libertad y la deshinbición creativa.
La eclosión de lectores y títulos de la novela negra coincide en el tiempo con el hecho de que en España muchos autores literarios practiquen con naturalidad esa doble escritura. José María Guelbenzu y Alicia Giménez Bartlett, por ejemplo, lo hacen con éxito desde hace años. El último en llegar es Gonzalo Torné que acaba de lanzar su novela ‘Nadie debería irse a dormir’ (Reservoir Books). Bajo el seudónimo de Álvaro Abad ha imaginado la muerte de un bodeguero riojano -un aparente suicidio en el que las piezas no acaban de encajar- y ha puesto a investigar a un viejo policía con un oscuro pasado franquista en una trama de corrupción. «Mi intención ha sido el puro divertimento, tanto para mí como para el lector. Esta es una propuesta amable que no busca la truculencia pero sí la ligereza de ciertas series de televisión de los 80 como ‘Luz de luna’».
Contrapunto ligero
Muchos autores, Banville incluido, insisten en esa cualidad de contrapunto ligero a su ‘otro’ trabajo. Guelbenzu, por ejemplo, inventó a su juez Mariana de Marco como un respiro a un ‘impasse’ creativo de una de sus exigentes novelas. El respeto a las convenciones del género fue un relax para él. «En la novela policiaca se hace un viaje con un conocimiento absoluto de adónde se va. La alta literatura es cómo adentrarte en la selva con un machete», dice.
Sin embargo, para Carme Riera, que con ‘Natura quasi morta’ hizo una única incursión en el género y no sabe si reincidirá, el reto no fue sencillo: «Es un género muy exigente porque su lector también lo es y debes respetar una reglas que hay que dominar. Así que tengo la sensación de de haber escrito más en tensión, pese a que no se me exigía el adjetivo perfecto».
La visión del escritor andaluz Justo Navarro es algo distinta. Ha publicado ‘Gran Granada’ en su sello de siempre, Anagrama, donde a su libro le han impuesto el nuevo distintivo ‘Anagrama negra’, «una condecoración» con la que la editorial señala explícitamente sus títulos criminales antes más camuflados. Pero pese a esa intención editorial, Navarro se resiste a hacer distingos entre novela negra y novela literaria porque, lector infatigable desde niño del género, todas sus novelas tienen un nexo con él: «Para mí un crimen y la búsqueda del criminal supone también la búsqueda de un tiempo pasado. Por eso mi novela ocurre en los años 60, en los que salgo de la infancia y entro en la adolescencia. Es por lo tanto, una cuestión personal, pero también una forma de desentrañar la lógica interna de la sociedad. Además no la escribí pensando que sería una novela de género». Navarro asegura no haber cambiado aquí sus formas lingüísticas ni su forma de habitual en su segunda incursión en la novela negra tras ‘La casa del padre’.
Espíritu de denuncia
En parecidos términos habla Marta Sanz, autora de ‘Black, black, black’ y ‘Un buen detective no se casa jamás’. No hay diferencias. «El género me interesa para hablar de la violencia a dos niveles. La que ocurre en la realidad y la propia violencia de la novela negra que intenta ser seductora para el lector al que trata como un cliente. Creo que el género negro a principios del siglo XXI ha perdido el espíritu de denuncia que tenía originalmente; en Chandler, para entendernos. Él no pretendía ser cómodo para el lector. La novela negra actual es una especie de ‘chill out’».
Otro autor que al igual que Navarro encontró sin planearlo con una novela negra entre manos es el argentino residente en Barcelona Javier Argüello. ‘A propósito de Majorana’ (Random House) relata el caso real del físico cuántico Ettore Majorana que en 1938 desapareció misteriosamente en aguas del Tirreno. El libro es una ‘quest’ en el que Argüello no se ha limitado a imaginar; también investiga ese caso y con él, el lector. Admite Argüello que en Latinoamérica y especialmente en Argentina la literatura tiene pocos pudores frente al género. Así un autor tan respetado como Ricardo Piglia escribe una novela policiaca como ‘Plata quemada’. «Pero si tuviera que relacionar mi novela con otra -dice Argüello- yo diría que es con ‘2666’, de Bolaño, marcada también por la búsqueda de un personaje. Creo que cuando hay una investigación, todo relato acaba convirtiéndose en policial».