Físico cuántico al agua – La Vanguardia / Cultura

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Xavi Ayén – La Vanguardia. Extraño caso el del físico italiano Ettore Majorana, desaparecido misteriosamente en aguas del mar Tirreno el 27 de marzo de 1938, cuando solo tenía 31 años y sus investigaciones parecían seguir el mismo camino que iba a conducir a sus colegas del proyecto Manhattan a la bomba atómica. ¿Por qué se esfumó Majorana en un ferry que cubría el trayecto Palermo-Nápoles? La policía cerró el caso rápidamente, atribuyéndolo todo a «un propósito de suicidio». Pero nada quedó claro y el cuerpo no apareció. No es de extrañar que el asunto fascinara a escritores como Leonardo Sciascia o Jordi Bonells. Y, ahora, al argentino Javier Argüello (Santiago de Chile, 1972), quien publica A propósito de Majorana (Random House), electrizante novela policiaca con el telón de fondo de la física cuántica.

El protagonista es Ernesto Aguiar, periodista argentino afincado en la Barcelona actual -como el propio autor-, redactor de obituarios al que su despótico jefe de sección envía a Nápoles para que escriba un artículo sobre aquella enigmática desaparición de hace más de 70 años. Aguiar «está un poco desorientado, no sabe por qué hace lo que hace en la vida» y se embarca junto al gringo Ross, estrambótico personaje, poseedor de «una sabiduría tangible, no académica», para protagonizar una singular travesía homérica, impregnada de sal y horizontes abiertos (no en vano el propio Argüello se saca a veces un sobresueldo como marino).

La narración alterna dos épocas, 1938 y 2012, y en ella Aguiar leerá mucho sobre física cuántica, y descubrirá, como hizo el autor, que Majorana descubrió «la existencia de varios órdenes de realidad que pueden coexistir», además de una partícula que es a la vez su propia antipartícula (aquí no tenemos espacio para explicarlo mejor).

«Majorana lo dejó todo muy bien montado para que pareciera un suicidio, con notas y todo… tan bien montado que levanta sospechas». De hecho, la tía abuela de Argüello -esposa del premio Nobel de Literatura Miguel Ángel Asturias- fue una de las personas que afirmó haber visto con vida a Majorana en la Argentina de los años 70. «Declaró públicamente que lo conocía de Buenos Aires, y la RAI envió enseguida un equipo de periodistas». Sin resultados.

El autor investigó mucho en Nápoles, junto a profesores de la universidad y con un policía que se entusiasmó con su búsqueda y lo llevaba a todas partes en motorino -y que le ha inspirado el personaje del comisario Espósito-. Esa ciudad caótica es descrita como un hormiguero que sintetiza «el desorden que acaba generando un orden».

Argüello ha sido gratamente sorprendido por la confluencia entre el conocimiento literario y el científico: «En el 2011 escribí el ensayo La música del mundo, acerca de las historias que nos contamos para construir la realidad, esa idea poética de los griegos de que la palabra crea el mundo… y lo he visto todo confirmado por la física cuántica, que sostiene que es la conciencia la que crea la realidad».

El personaje de Aguiar vivirá, asimismo, «su particular crisis de los 40, está a punto de casarse pero aparece una jovencita y duda en liarse la manta a la cabeza, no sabe si aceptar que ya está de retirada o seguir un poco más en ese juego de la conquista, arriesgándolo todo».

A destacar el final, casi metafísico, donde el autor asume el reto de narrar lo inefable, a la manera de Borges en El Aleph. «La idea de la totalidad, Dios o el destino, algo más grande que nosotros, ha sido un poco abandonada en la literatura de hoy pero es un concepto muy científico: la unidad de las partes en un todo».